El pharming es un tipo de ataque informático cuyo objetivo no es otro que el robo de información sensible. Para ello, los ciberdelincuentes realizan un ataque al DNS (Domain Name Server) con el que consiguen redirigir a los usuarios a una página web falsa, que cuenta con el nombre de dominio oficial, para robarles su información privada.
Tipos de pharming
Existen tres versiones:
Requiere la instalación del virus o troyano en el ordenador. El objetivo es modificar dicho archivo y reconducir, con ello, el rumbo del tráfico a un sitio web malicioso de su elección (en el que se lleva a cabo el robo de datos sensibles).
Tras sortear los firewalls o rúters, se infecta este servidor (encargado de traducir los nombres de las distintas webs tomando como referencia la IP), enviando a los usuarios que acceden a ellas a una dirección falsa elegida por el hacker.
Como variante de la anterior, su objetivo son las brechas que puedan tener los servidores DNS en relación a su caché de direcciones. Su complejidad hace que sea la más peligrosa de las 3 aunque, hoy en día, es la menos habitual, ya que los proveedores de Internet han corregido los fallos que pudiese haber.
Pharming contra phishing: ¿qué los diferencia?
A pesar de tener la misma meta, la forma de realizar el ataque es diferente. Mientras el phishing emplea un cebo (sms, correo electrónico, etc.) con el que atraer al usuario a una web en la que robarle sus datos, el pharming le ataca directamente, accediendo a su ordenador (bien al hosts o al servidor DNS) y enviándole directamente a la web en la que se le sustraerá la información (en lugar de darle la opción de clicar, o no, en un enlace).
Combatir el pharming, ¿es posible?
Un ataque de pharming es difícil de detectar si se realiza bien, por lo que es mejor prevenirlo. Para ello, existen una serie de medidas básicas a adoptar:
Comprobar que la url es correcta (se corresponde con la que accedes habitualmente). Si detectas que no es la misma, puedes estar ante una copia.
Revisar que incluye la ‘s’ tras el ‘http’ (visualizando ‘https’).
Evaluar bien la página antes de empezar a navegar por ella (su aspecto es el de siempre). Hay que vigilar tanto sus componentes como los distintos enlaces que incluya.
No pulsar en enlaces ni descargar archivos que no parezcan seguros.
Visualizar las notificaciones del antivirus o el navegador. Si indican que la página no es segura, lo mejor es no entrar y buscar una opción alternativa.
Contar con un buen software de seguridad y hacerlo, si es posible, en su versión de pago (y no la gratuita, más limitada). También se pueden encontrar opciones ad hoc para este tipo de vulneraciones, más adecuadas a la hora de evitar el robo de información delicada.